El estrés térmico es el malestar que se produce en un ser vivo cuando su temperatura interna se desplaza fuera de los límites normales para su especie. En el caso de los animales de producción, cuando hablamos de estrés térmico generalmente nos referimos al estrés por calor.
La temperatura corporal interna depende fundamentalmente de la temperatura del medio externo, pero también está influida en gran medida por la capacidad del animal para autorregularse. La especie ovina es particularmente sensible al estrés por calor ya que los mecanismos que emplea para la liberación de calor interno son poco eficaces. Estas limitaciones fisiológicas se deben a dos factores clave:
El resultado es que la temperatura interna de la oveja aumenta por ser incapaz de liberar el calor acumulado.
Si observamos una oveja padeciendo estrés por calor con una cámara térmica veremos que las zonas con mayor temperatura superficial son las zonas desprovistas de lana: la cabeza, el vientre, la ubre y las extremidades. A través de la piel de estas áreas el animal podrá liberar parte de su calor interno.
El estrés por calor supone una disminución clarísima en la productividad de los animales, especialmente los lecheros. En primer lugar, se produce un brusco descenso en la ingesta de alimento a lo largo del día, pudiendo llegar a causar pérdidas de condición corporal. Las hembras en lactación generan menos leche, los fetos gestantes crecen peor y los corderos se engordan menos. Además, el estrés por calor debilita el sistema inmunológico, de forma que los animales son más susceptibles a desarrollar enfermedades y a que estas sean más graves.
La inapetencia provocada por el estrés por calor causa, además de pérdidas productivas directas, pérdidas indirectas. Empeora los índices reproductivos, tanto de machos como de hembras. En los carneros, desciende la fertilidad al disminuir la calidad del semen y el desempeño sexual (libido, actitud de monta, capacidades físicas…). En las hembras, el estrés térmico puede alterar los procesos hormonales y desequilibrar el ciclo estral.
También impide que se lleven a cabo técnicas de manejo reproductivo, como el flushing. El flushing consiste en proporcionar a las hembras una dieta más energética antes de la época de cubriciones para aumentar su condición corporal, y con ella, las probabilidades de éxito de la fecundación. Si los animales sometidos a estrés térmico no comen, el flushing resulta imposible.
El estrés térmico empieza a aparecer alrededor de los 27-30 ºC, y es motivo de preocupación por el empeoramiento en el bienestar de los animales y su productividad. Cuando la temperatura externa alcanza los 38-40 ºC puede haber riesgo de muerte. Sin embargo, la temperatura no es lo único que debemos vigilar cuando hablamos de estrés por calor. Otros factores externos mejoran o empeoran la situación:
El índice temperatura/humedad o THI refleja la relación entre ambos parámetros y su impacto sobre la sensación térmica y el bienestar de los animales. Cada especie animal tiene su rango de THI donde sufre estrés térmico moderado, severo y potencialmente mortal.
Sobre todos estos condicionantes podemos intervenir con medidas de manejo o de mejoras en las instalaciones, y así ayudar a disminuir el estrés por calor y sus consecuencias. Los índices productivos y reproductivos de nuestra explotación reflejarán el éxito de estas estrategias.