Los residuos ganaderos son todos los subproductos generados por la actividad ganadera, como heces, orina, restos de alimentos, camas de animales y otros desechos orgánicos. Estos residuos pueden ser una fuente de contaminación ambiental si no se manejan adecuadamente, y suponen en ocasiones un problema de difícil gestión. Sin embargo, también se les pueden dar usos secundarios que permitan su reciclaje y revalorización.
Las deyecciones son el principal residuo ganadero
La ganadería implica generalmente la reunión en un espacio delimitado de un número de animales mayor al que encontraríamos en la naturaleza. Los desechos que generan estos animales, fruto de su metabolismo normal, se acumulan en cantidades superiores a las que el área en la que se encuentran es capaz de asimilar. Es entonces cuando aparecen los efectos contaminantes.
Cuanto mayor sea la relación animales/suelo, es decir, cuanto menos base territorial tenga una granja, más residuos se acumularán y más complejo será su manejo, pudiendo suponer un daño ambiental y un riesgo para la sanidad humana y animal. Algunos de los residuos ganaderos más importantes son los siguientes:
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Estiércol, purines y otras deyecciones: constituyen el residuo más problemático. Históricamente se han utilizado como fertilizantes y abonos para la agricultura, pero recientemente está siendo sustituidos por los fertilizantes inorgánicos sintéticos, más cómodos de utilizar y con una composición conocida y homogénea. El estiércol causa principalmente dos problemas:
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El mal olor supone que no se pueda emplear en zonas cercanas a áreas urbanas sin haber sido tratado previamente. Además, para las personas tiene un componente psicológico de desagrado que obstaculiza su óptimo aprovechamiento.
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Contiene compuestos químicos nitrogenados (nitratos) que, en pequeñas cantidades, son beneficiosos para los suelos, pero que, vertidos indebidamente en fuentes de agua, provocan un crecimiento explosivo de microalgas que agotan el oxígeno y causan la muerte de otras especies animales y vegetales. Este proceso se conoce como eutrofización. Cuando se abona un campo con estiércol, existe el riesgo de que estos componentes se filtren por el suelo hasta acuíferos subterráneos, contaminando estas aguas y dificultando, además, su aprovechamiento como agua de bebida.
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Restos de camas, ya sean de paja, serrín u otros materiales, mezclados con las deyecciones. Su gestión es similar a la del estiércol.
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Agua de limpieza de instalaciones y materiales. Es agua que debe ser depurada para eliminar los restos de desinfectantes y detergentes y parte de las bacterias y materia orgánica fruto de la limpieza. La limpieza de una explotación lechera supone un gasto enorme de agua, que se refleja en su huella hídrica.
Las camas con heces y otras deyecciones se deben gestionar como estiércol.
Es posible dar un uso provechoso a estos residuos
Las granjas grandes e intensivas generan cantidades enormes de estos residuos, y es donde más beneficiosas serán todas las nuevas técnicas de reducción y aprovechamiento de residuos y subproductos. Algunas estrategias para revalorizar estos residuos, así como facilitar su gestión y transporte, son:
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Uso directo como abono: es el destino de elección, el más barato y sencillo de realizar. Requiere un previo análisis para evaluar el contenido en nitrógeno, fósforo y potasio, y así dosificar el campo en su justa medida. Diferentes técnicas (sistema multitubos, inyección superficial o enterramiento inmediato) reducen la evaporación de nitrógeno en forma de amoniaco a la atmósfera.
Según la Directiva 91/676/CEE del Consejo de la Unión Europea, se establece una cantidad máxima de nitrógeno procedente del estiércol de 170 kg por hectárea al año. Cuando los cultivos cercanos a la explotación ven cubiertas sus necesidades de abono, es necesario transportar el estiércol a otras zonas.
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Separación de las fracciones sólida y líquida del purín: sirve para dividir el contenido en nitrógeno y destinar la fracción líquida a los campos cercanos y la fracción sólida, más fácil de transportar compactada, a campos distantes. Hay multitud de técnicas.
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Sobre la fracción sólida se pueden aplicar otros tratamientos posteriores que la transformen en compost.
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Sobre la fracción líquida se pueden aplicar técnicas de desnitrificacón que eliminan muchos de los componentes contaminantes, obteniendo un efluente que puede utilizarse para regar, ahorrando grandes cantidades de agua.
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Acidificación del purín: la adición de ácidos, como el sulfúrico, reduce la transformación de los nitratos a amoniaco, y por tanto minimiza su evaporación.
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La fermentación del purín permite obtener biogás, un tipo de gas natural.
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Estrategias de reciclaje del agua, como las aplicadas en esta granja de vacuno lechero, permiten limpiar varias áreas con una misma agua tratada sucesivamente. El primer paso es la limpieza del sistema de ordeño por dentro, realizado con agua potable como obliga la ley. Posteriormente, esta agua se usa para limpiar suelos e instalaciones y acaba usándose como agua de riego.
Otros tipos de residuos
Dentro de los residuos agrarios, entre los que se incluyen los residuos ganaderos, también encontramos los residuos de la agricultura (restos de la planta tras la obtención de su producto principal) y los residuos forestales (procedentes de podas de mantenimiento). Cada vez más se implanta el uso de muchos de estos subproductos para la alimentación animal, lo que aporta beneficios económicos a todas las partes implicadas y reduce la necesidad de eliminar estos residuos (mediante la quema de rastrojos, por ejemplo).
Por último, no debemos confundir los residuos ganaderos, de los que hemos estado hablando en este artículo, con los residuos en la producción primaria que se investigan en el PNIR (Plan Nacional de Investigación de Residuos). En este segundo caso, nos referimos a los residuos de medicamentos u otras sustancias en los propios alimentos de origen animal. Se realizan pruebas de análisis sobre las carnes, pescados, leche, huevos y productos transformados, que entran a la cadena alimentaria, para identificar la presencia de sustancias químicas prohibidas o en cantidades superiores a las permitidas. Por ejemplo, los restos de un medicamento en la carne o la leche cuando no se ha respetado su periodo de retirada constituyen un residuo, y suponen la retirada de ese producto para el consumo y una penalización que puede ser severa para los responsables.
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