La rentabilidad de una granja de vacuno depende en gran medida de la eficiencia reproductiva. Por esta razón, ante un problema reproductivo como la pérdida de gestación o la disminución de las tasas de concepción saltan las alarmas y el veterinario responsable tiene que considerar las posibles etiologías para encontrar la causa cuanto antes.
El veterinario Iván Suárez comparte con nosotros uno de estos casos, resuelto tras sospechar que la posible causa fuera la Fiebre Q.
Iván Suárez es socio de la Sociedad Veterinaria del EO, dirige la división de grandes animales en esta empresa, que opera principalmente en la zona occidental de Asturias y en A Mariña Lucense. La empresa maneja explotaciones típicas de la cornisa cantábrica, con un promedio de 70 animales en ordeño y diversos sistemas de producción.
El hecho ocurrió cuando en una explotación con 55 animales en ordeño en plaza fija, que normalmente destacaba por su excelente producción y tasas reproductivas, se detectaron algunas anomalías. El equipo notó repeticiones de celos alrededor de los 30 días, algo totalmente inusual en esta granja que, por otra parte, detecta muy bien los celos. A continuación, las primeras ecografías empezaron a mostrar una alta proporción de embriones degenerados y en las ecografías de confirmación de gestación, a los 60 días, se detectaron muchas pérdidas embrionarias.
Para enfrentar estos problemas, tal y como nos relata Iván Suárez, se implementaron inicialmente tratamientos con progesterona exógena y GnRH. Se repitieron los sangrados para buscar posibles seroconversiones que ayudasen a determinar la etiología. También se tomaron muestras de alimento del mezclador unifeed, detectándose micotoxinas, aunque en proporciones extremadamente bajas. No obstante, se decidió añadir un secuestrante orgánico.
Tras todas estas medidas, los resultados no fueron los esperados, lo que llevó al equipo a ampliar su enfoque diagnóstico hacia patologías menos comunes en las explotaciones.
Después de considerar varias posibilidades, el equipo decidió vacunar frente a Coxiella, estableciendo una pauta de vacunación con una dosis inicial seguida de una revacunación a las tres semanas y posteriormente cada ocho meses. Tras la segunda dosis, se comenzó a notar una mejora paulatina que se convirtió rápidamente en una mejora notable: las vacas volvieron a mostrar ciclos normales de celo cada 21 días, y las ecografías revelaron embriones sanos y viables.
La mejora en las tasas de preñez y en la salud general de los embriones fue evidente y se alcanzó rápidamente después de la implementación del programa de vacunación por lo que Suárez aconseja incorporar en el plan de vacunación la inmunización frente a Coxiella.
Iván Suárez subraya la importancia de considerar en los protocolos de diagnóstico diferencial de las ADS patologías como la Fiebre Q y sugiere que deberían considerarse en los planes sanitarios regulares en las granjas de vacuno, debido a su impacto potencialmente grave pero susceptible de solución.
Este caso ilustra la necesidad de mantener un enfoque flexible y exhaustivo en el manejo sanitario del ganado, considerando tanto las enfermedades comunes como aquellas menos conocidas, que pueden ser críticas para mantener la salud y la productividad del ganado.