Uno de los principales retos actuales de la salud animal y humana que ya se ha tratado en este blog es la resistencia que han desarrollado algunas bacterias a los antibióticos. Las bacterias mutan para sobrevivir a estos fármacos, es su respuesta natural, de manera que al hacerse cada vez más resistentes a los antimicrobianos pueden causar infecciones que a veces ya no se pueden combatir ni superar con dichos fármacos.
Según el Plan Nacional de Resistencia a los Antibióticos (PRAN), estas bacterias multirresistentes causan 35.000 muertes al año en Europa y su origen se encuentra en el uso excesivo de los antibióticos, lo que ha llevado a restringir de forma importante su utilización, tanto en humanos como en animales.
Pero ¿por qué hay que reducir el uso de los antibióticos en los animales? Porque alrededor del 75% de las enfermedades infecciosas emergentes que afectan a los humanos son de origen animal; porque las prácticas veterinarias en animales de producción o de compañía afecta, de manera indirecta, a la medicina humana; y también a la inversa, de ahí que desde hace años se habla de la necesidad de establecer una única salud o One Health.
Normativa actual
En 2011 la Unión Europea ya estableció un Plan Directo de Acción sobre Resistencias Antimicrobianas que puso en marcha una serie de planes nacionales de actuación, en el caso de España, el Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos de 2014. Posteriormente, dentro de la Estrategia "De la granja a la mesa" incluida en el Green Deal (gran objetivo político que ha marcado el mandato de la Presidencia Europea de Úrsula von der Leyen) se señalaba el objetivo de reducir al 50% las ventas de antimicrobianos con destino a animales en 2030.
En este sentido, en noviembre de 2022 el Gobierno de España aprobó un nuevo Real Decreto 992/2022 que establece el marco de actuación para un uso sostenible de antibióticos en especies de interés ganadero que entró en vigor en enero de 2023. Asimismo, cada año el Ministerio de Agricultura publica los indicadores de referencia nacional, es decir, el valor de uso anual de antibióticos establecido por cada clasificación zootécnica y especie, medida que sirve para controlar si el consumo de estos fármacos está por encima o por debajo de lo permitido por el Gobierno.
En el caso de que se detecte un mal uso de los antibióticos, el responsable es el titular de la explotación ganadera. Y ahí también es imprescindible el papel del veterinario, ya que es quien prescribe y administra el uso de los antibióticos y también quien educa y forma a los ganaderos para que los usen de forma adecuada.
De hecho, existe una serie de buenas prácticas para el uso de antibióticos en animales que el veterinario debe conocer, aplicar y transmitir al ganadero. Entre ellas está:
- Realizar pruebas microbiológicas y antibiogramas para saber qué medicamento es preciso administrar.
- Cumplir la pauta y dosis de antibiótico prescrita por el veterinario.
- Saber que el antibiótico no sirve para tratar cualquier infección y que incluso pueden ser perjudiciales para los animales.
- Mantener un correcto manejo del ganado, así como de higiene, bioseguridad y alimentación, para reducir la presencia o diseminación de patógenos y favorecer la salud de los animales.
- Vacunar a los animales para potenciar su sistema inmunológico frente a las enfermedades.
Por otra parte, hay que añadir que cada vez son más comunes las granjas que siguen un protocolo de medidas de bioseguridad que preservan, no solo para la salud de los animales y de los ganaderos, si no también reducen las pérdidas económicas causadas por las enfermedades.
Situación actual en España
España, al igual que otros países del sur de Europa, se caracteriza por un elevado uso de antibióticos y, paralelamente, por una elevada tasa de resistencias. Sin embargo, España también ha sido uno de los estados europeos que más ha reducido su consumo de antibióticos en los últimos años, tanto de uso veterinario como de uso humano. De hecho, desde el año 2014 España es el país con mayor reducción de consumo de antibióticos veterinarios y humanos, con un 70% y un 17% menos, respectivamente.
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