El concejo de la Mesta fue una de las instituciones más importantes de la Edad Media española, debido a la importancia que tuvo el comercio de la lana merina para las arcas de los reyes durante siglos. Propia del reino de Castilla, esculpió el paisaje de la época, y hasta el día de hoy quedan recuerdos de las cañadas por las que trashumaban los rebaños.
Allá por los siglos XI, XII y XIII, durante la Reconquista de la península Ibérica ocupada por los árabes, florecieron la agricultura y la ganadería en los territorios reconquistados que habían sido despoblados en mayor o menor medida. En las zonas fronterizas con los reinos de Castilla y León había grandes extensiones de terreno que los ganaderos aprovechaban para alimentar a sus animales, ya que era imposible cultivar en zona de guerra. Se desarrollaron así grupos locales de ganaderos para repartirse estos territorios, establecer el orden de pastoreo, lugares de paso, caminos para desplazarse… Estos grupos locales fueron reunidos en uno solo en 1273, en lo que se constituyó como la “Real sociedad de ganaderos de la Mesta”, durante el reinado de Alfonso X, que promulgó nuevas leyes para ella.
Uno de los principales motivos para la creación de esta institución fue que, en el siglo XIII, la frontera se trasladó mucho más al sur, y los territorios de la meseta central pasaron a ser seguros y aptos para la agricultura, al no haber campañas militares que los arruinaran cada poco tiempo. Surgió entonces el conflicto entre ganaderos, que necesitaban pasar por esos territorios para trashumar, y agricultores, cuyos cultivos sufrían las consecuencias del paso del ganado. Para resolver esta situación, los reyes crearon las cañadas, caminos permanentes y bien definidos que rodeaban los cultivos.
Además de la creación de estas cañadas, se otorgó a los ganaderos castellanos derechos como la libertad de paso entre los reinos de Castilla y Aragón, la exención de realizar el servicio militar y la exención de testificar en juicios. Todo ello en beneficio de un gremio que aportaba mucho oro al reino por la exportación a los reinos europeos de la lana de ovejas Merinas y, en menor medida, carne y leche de las ovejas Churras.
Las cañadas podían ser más o menos anchas en función de su importancia y densidad de tránsito. Las vías principales que vertebraban el territorio eran las cañadas reales, que en su creación tenían una anchura de 90 varas, unos 75 metros. Las más importantes del reino de Castilla eran:
Con la unión de los reinos de Castilla y Aragón y la expansión cristiana hacia el sur, se crearon también caminos que alcanzaban a la mitad este de la península:
A lo largo de todas ellas había posadas y ventas para los pastores y majadas para las ovejas, con abrevaderos, casas de esquileo, lavaderos de lana… Señalizando el recorrido había mojones o hitos, y para comprobar el número de animales cada cierta distancia había puntos de estrechamiento, como puentes, que servían de contaderos.
Mapa de las cañadas reales del reino de Castilla y las que se crearon tras su unión con la corona de Aragón. Las cañadas previas de Aragón, Navarra y Cataluña, ajenas a la Mesta, no se representan en este mapa.
Paralelamente, en el reino de Aragón, en los primeros años de la Reconquista aparecieron a su vez asociaciones de ganaderos en cada municipio, pero nunca se unificaron en una sola, como sí fue el caso de la Mesta. Con la conquista de la ciudad de Zaragoza en el 1118, el rey Alfonso I el Batallador concedió amplios privilegios de pasto sobre las tierras conquistadas, difiriendo los derechos de los que disfrutaba cada municipio y causando conflictos entre ellos.
La Casa de Ganaderos de Zaragoza, la más importante, tiene su origen formal en el 1218 con el rey Jaime I el Conquistador, previamente a la creación de la Mesta. Esta asociación no solo tenía privilegios similares a los de la Mesta castellana, sino que además los ganaderos de la zona tenían una Justicia propio que regía su jurisdicción civil y criminal, es decir, los delitos que cometieran no eran juzgados por los mismos tribunales que los cometidos por el resto de la población. Contaban con su propia horca, que fue, tras la de la Inquisición, la que estuvo en funcionamiento hasta más tarde.
La Casa de Ganaderos de Zaragoza fue perdiendo privilegios durante el siglo XIX, pasando a funcionar como un sindicato o cooperativa, lo que hace de ella la empresa más antigua de España. Actualmente está constituida como una cooperativa de ganaderos de ovino, y sus funciones incluyen el fomento y comercialización de la IGP Ternasco de Aragón, además de la conservación de documentos históricos medievales relacionados con la asociación.