La típica imagen de un campo de cereal segado es la de una enorme extensión dorada solo interrumpida por unos curiosos cilindros esparcidos aparentemente al azar. Parece imposible que en estos cilindros quepa toda la paja que se ha segado de ese campo, pero así es. ¿Cómo se consigue? ¿Por qué se hace? ¿Qué ventajas tiene la formación de rotopacas sobre las formas tradicionales de almacenar el forraje? Sigue leyendo para descubrir la función de la rotoempacadora.
La rotoempacadora es una máquina que recoge el forraje del campo y lo comprime progresivamente, resultando en una masa compacta llamada paca, de forma cilíndrica. Estas pacas pueden ser de diversos tamaños y densidades (es decir, más o menos compacta) y estar hechas con forraje seco (paja o heno) o húmedo. Cuando se emplea forraje seco es para usarse como alimento animal directamente, mientras que si se empaca forraje húmedo es porque posteriormente se va a encintar (envolver en plástico) y dejar fermentar para obtener ensilado.
Todas las máquinas empacadoras del mercado trabajan sobre material previamente colocado en largas hileras por la cosechadora. El empacado disminuye muy significativamente el espacio que ocupa el forraje, facilitando su transporte en camión, tractor, antiguamente carro, etc., y posteriormente su almacenamiento, permitiendo disponer de más alimento seco para el ganado cuando se necesite.
Las principales características que un agricultor busca en las pacas son:
Tamaño, forma y pesos regulares, que encajen bien en su maquinaria.
Bordes bien definidos.
Atado o envoltura y segura.
Tamaño de las rotopacas según el MAPA (actualmente existen rotoempacadoras aún más potentes, capaces de hacer pacas más densas y que, por tanto, pesan más).
El origen de las pacas lo encontramos en los manojos, gavillas y haces (de menor a mayor tamaño), que eran los tallos de cultivo que se apilaban, se apretaban con la rodilla y se ataban con fuerza. Este último paso se realizaba manualmente hasta la invención de la atadora en 1880.
En algunas zonas, tras la siega y secado de la hierba, se transportaba suelta directamente en carromatos, o se hacían “sábanos”: se apilaba la hierba sobre una tela, que se cerraba haciendo presión anudando sus esquinas para que ocupara menos. Otra forma de “enfardar”, es decir, hacer fardos o pacas, era metiendo la hierba en una caja de madera, apretando y atando.
Una vez en el almacén, que en muchas zonas de España era la última planta de la casa (con el esfuerzo que conllevaba subir el forraje hasta ahí), la hierba suelta se prensaba por capas pisoteadas superpuestas, hasta formar “tascones” que iban del suelo al techo. De esta manera se compactaba el forraje y se podía guardar más cantidad.
Por fin, en los años 60 llegaron a España las empacadoras, más o menos a la vez que otras máquinas que facilitaron la industrialización de la agricultura en esta época. Desde aquellas empacadoras más rudimentarias se han ido sucediendo mejoras hasta las máquinas que tenemos hoy en día.
Las primeras empacadoras que se inventaron generaban pacas de base cuadrada o rectangular y longitud variable. Hoy en día a estas las llamamos “pacas convencionales”. Estas pacas aún se transportaban a mano para cargarlas y descargarlas de los carromatos, por lo que su peso estaba limitado por la fuerza humana, generalmente unos 15 a 30 kg. Aún quedan algunas, pero nuevas ya se comercializan pocas.
Las pacas convencionales tienen una base cuadrada o rectangular y pesan unos 15 - 30 kg. Por su reducido peso son más fáciles de manejar, incluso sin necesidad de maquinaria.
Posteriormente, en 1947, la empresa Allis-Chalmers empezó a fabricar las primeras rotoempacadoras, que permitían una mayor compactación del material y la rotopaca obtenida era de mayor tamaño y peso, a partir de los 100 kg. Actualmente las rotoempacadoras del mercado producen pacas de entre 300 y 1.200 kg.
Las empacadoras de más reciente creación son las macroempacadoras, que crean pacas de base cuadrada o rectangular, igual que las convencionales, pero de mucho mayor tamaño y compactación, con pesos similares a los de las rotopacas más grandes. Han ganado mucha popularidad, especialmente en las zonas donde se empaca paja seca de cereal, ya que pueden apilarse de forma estable y segura.
Las macropacas se pueden apilar unas sobre otras con mucha estabilidad, facilitando el almacenamiento de forraje seco para el ganado.
En el mercado español las más extendidas son las rotoempacadoras (56%), después las macroempacadoras (36%) y por último las pacas convencionales (8%), cuya popularidad ha caído conforme aumenta la industrialización y mecanización del campo. El uso de unas u otras depende de las preferencias de cada agricultor, en función de las características de sus cultivos, instalaciones y maquinaria.
Las rotoempacadoras tienen la ventaja de ser las únicas con las que un solo operario puede empacar y encintar. Las encintadoras son máquinas que envuelven la rotopaca en varias capas de plástico para aislar su contenido del aire exterior. Al aislar la hierba fresca con un 60 - 65% de humedad se crea un silo en miniatura, dentro del que se producirán las fermentaciones que permiten la obtención del ensilado. El ensilaje en rotopaca tiene la ventaja de que, al abrirse de una en una, el ensilado no está en contacto con el aire mucho tiempo hasta que se consume, algo que sí ocurre en los silos grandes.