Los rumiantes son animales herbívoros, es decir, obtienen los nutrientes que necesitan a partir de los vegetales. En las ganaderías, los vegetales se aportan en forma de granulado o pienso como concentrado energético, y forraje como fuente de fibra.
No siempre se tiene acceso a pastos en todas las ganaderías. Algunas están localizadas en zonas áridas o boscosas, y las ganaderías intensivas no están ligadas a la tierra, por lo que los animales no salen a pastorear. Por este motivo, es necesario segar y conservar los forrajes para añadirlos a las raciones.
El heno es el resultado de secar los tallos de las leguminosas y las gramíneas después de cortarlos. Para obtener el heno, se somete a secado al sol o en secaderos de aire caliente, que deshidratan la hierba hasta que queda solo un 20% de humedad, por lo que se conserva durante más tiempo que la fresca.
El heno puede proceder de los cultivos de cereales que tienen como destino la alimentación humana, de tal manera que se aprovecha una gran parte de las plantas. En otras ocasiones se aprovechan prados que crecen espontáneamente en regiones muy lluviosas, como el norte de España, o se siembran intencionalmente, como el heno de raigrás o el heno de alfalfa.
El heno es un ingrediente imprescindible de las raciones de los rumiantes:
Los observatorios de precios agrícolas permiten hacer un seguimiento de los precios en origen que reciben los agricultores y los ganaderos por sus productos. En el Ministerio de Agricultura también es posible hacer un seguimiento de los precios. En los últimos años, y especialmente durante 2022 debido al conflicto bélico en Ucrania, se ha observado una tendencia ascendente en los precios de los productos derivados de los cereales y las leguminosas, incluyendo el heno destinado a la ganadería. Otros factores que influyen en el aumento de los precios son el incremento de los costes de los combustibles, las sequías que merman las cosechas, o el desequilibrio en las grandes cadenas de transporte que afectan a las grandes partidas si se importan materiales de otros países.
El aumento de precio del heno influye sobre la rentabilidad de las explotaciones ganaderas, ya que, si aumentan los costes, pero el precio de los productos (carne y leche) no sube de manera proporcional, la ganancia final se reduce.
Sin embargo, es difícil prescindir del heno como fuente de fibra de buena calidad. Si se opta por sustituirlo por otra, como la paja de cereal, que tiene un precio inferior, se debe tener en cuenta que no aporta los mismos nutrientes y bajar la calidad de la ración puede repercutir negativamente en la producción y en la salud de los animales.
Algunas explotaciones medianas y pequeñas que poseen terreno son capaces de cultivar forraje, henificarlo y conservarlo para incluirlo en la ración durante todo el año. Gracias a estas prácticas, son independientes del precio del heno en el mercado, aunque se deben considerar los costes asociados a la producción de pasto, el consumo de combustible de la maquinaria y la mano de obra para elaborar el heno.
Los índices de conversión valoran la eficiencia del alimento que comen los animales en lo que transforman en productos de consumo. La calidad del forraje influye en los índices de conversión productivos. Los rumiantes aprovechan muy bien las fibras vegetales para transformarlas en productos de alta calidad como la carne y la leche. A mayor calidad del forraje, mayor será su capacidad de conversión. La calidad del heno depende de la composición del forraje del que se fabrica, así como del proceso de henificación, por lo que hay que prestar especial atención a ambos.