Parece mentira, pero solo hace unos 50 años que las salas de ordeño del ganado lechero son como las conocemos. ¿Cómo hemos llegado a este nivel de tecnificación? En este artículo vamos a hacer un repaso a la historia del ordeño, viendo cuáles fueron las innovaciones y descubrimientos clave.
Al principio no podíamos beber leche
Con la domesticación de las ovejas hace unos 9.000 años, se abrió un mundo de posibilidades para los humanos del Neolítico, que podían obtener de ellas carne, pieles, y otros materiales útiles como pelo, cartílagos, huesos, cornamentas, etc., con mucho menor esfuerzo físico del que costaba cazar a estos animales.
En algún momento se empezó a extraer también leche, pero en aquella época todos los adultos eran intolerantes a la lactosa, por lo que la leche se consumía fermentada en forma de yogures o quesos (con la fermentación desaparece parte de la lactosa de la leche). Entonces, hace unos 7.000 años ocurrió una mutación en nuestros genes que nos permitió seguir digiriendo la lactosa pasada la infancia, y las personas con esta mutación se fueron seleccionando y extendiendo por los territorios del norte de África, Europa y Oriente Próximo. No obstante, desde entonces y hasta el día de hoy hay muchas zonas del mundo a las que este gen nunca llegó, y donde la mayoría de la gente no puede beber leche.
La evolución de las máquinas de ordeño de oveja
En el inicio de la ganadería, las ovejas y todos los animales lecheros (vacas primitivas, cabras, búfalos, camellos, etc.) se ordeñaban manualmente, y así fue durante muchos años. No fue hasta bien entrado el siglo XIX que se empezaron a buscar formas de facilitar la tarea del ordeño, especialmente de vacas, más largo y costoso. La primera invención fue una técnica de ordeño tipo catéter, que consistían en introducir un tubo en el canal del pezón para que la leche fluyera directamente. Estos aparatos eran tremendamente dolorosos para las vacas, causaban lesiones en los pezones y aumentaban muchísimo el riesgo de mastitis, por lo que tenían fama de “arruinar” buenas vacas y eran poco usados.
Patente de 1849 de uno de estos artilugios tipo catéter, por Cyrus Knapp (patente expirada).
Unas décadas después, una granjera estadounidense llamada Anna Baldwin inventó un prototipo inicial de lo que acabarían siendo las pezoneras actuales: una especie de copa flexible que recogía toda la ubre, con una goma en la parte superior que hacía presión para que no entrara aire. La leche se extraía entonces mediante un bombeo manual (como una fuente de mano) y se recogía en un cubo. Se registraron muchas patentes de máquinas de ordeño en esa época, pero ninguna triunfó en el mercado por sus muchos inconvenientes, principalmente de higiene de la leche y por lesionar la ubre al ejercer una presión de vacío constante.
Patente de 1879 de la ordeñadora tipo guante higiénico, “hygienic glove milker”, como la llamó su creadora, la granjera Anna Baldwin (patente expirada).
En 1895 fue cuando la empresa escocesa Thistle creó la primera máquina de ordeño que incorporaba el sistema actual de vacío-pulsión, haciendo que la leche se acumule en la cisterna entre succión y succión, mejorando su extracción y evitando dañar la ubre por la presión constante. Este sistema demostró ser muy eficaz y se popularizó en todo el mundo, pero seguía teniendo problemas: era difícil de limpiar por dentro, si las pezoneras se soltaban caían al suelo, el colector estaba en el suelo al lado de la vaca y esta podía golpearlo y volcarlo, los metales de los que estaban hechos podían dar sabores indeseados a la leche...
El boom de las máquinas de ordeño se produjo a partir de 1922, cuando salió al mercado la “ordeñadora con cubo pendular” de la empresa Surge. Esta máquina de ordeño se colocaba colgando de la propia vaca, de forma que el colector quedaba suspendido muy cerca de la ubre, minimizando la longitud de los tubos conductores, lo que facilitaba su limpieza, y si se soltaban no tocaban el suelo. Al estar colgando, la máquina se movía pendularmente con los movimientos de la vaca, imitando el amamantamiento natural y mejorando la extracción de leche. Además, la aparición del acero inoxidable coincidió en esta época, lo que eliminaba otro de los problemas de los colectores y contenedores de refrigeración previos.
Finalmente, en los años 70 se inventaron las máquinas de ordeño de tuberías como las conocemos, que incorporaban las mejoras descubiertas a lo largo del todo un siglo. Pero, ¿es este el final? Los robots de ordeño parecen ser el siguiente paso en la evolución de la industria lechera, con sus ventajas añadidas de automatización y monitorización exhaustiva de la calidad de la leche.
La problemática del ordeño mecánico en la especie ovina
Todas las máquinas de ordeño que se inventaron fueron desarrolladas pensando en el ganado vacuno, el mayoritario en Europa y Estados Unidos. Otras especies como la oveja y la cabra, al criarse en zonas más rurales, en explotaciones más pequeñas y menos intensivas y con menor inversión, se siguieron ordeñando manualmente durante muchos más años.
Nuevos problemas aparecieron cuando se intentó adaptar las máquinas de ordeño al ganado ovino. Así como, en el caso de las vacas, la máquina era capaz de extraer casi todo el contenido de la ubre, se observó que en el caso de las ovejas el caudal de leche se detenía tras 75 segundos de ordeño, y que era necesario realizar masajes intermedios y un repaso final a mano para obtener la misma cantidad que mediante el ordeño manual.
Si a esto le añadimos la variabilidad individual y entre razas ovinas en el tamaño, longitud y posición de los pezones, que aumenta el riesgo de caída de las pezoneras, succiones erróneas, retención de leche y mastitis, estaremos de acuerdo que los beneficios en cuanto a sanidad, calidad de la leche y ahorro de tiempo y mano de obra no son comparables a los del ordeño del ganado vacuno, y en muchos casos no compensan la inversión.
En este interesante artículo de 1996 se entra en profundidad a analizar las dificultades y motivaciones de la instauración del ordeño mecánico en la ganadería de ovino lechero en España. En ese año se empleaba solo en el 40% de las explotaciones, incluso después de la Orden Ministerial de 1979 para subvencionar la compra de máquinas de ordeño en ganaderías de pequeños rumiantes.
El ordeño mecánico de las ovejas es más difícil que el de las vacas, y su implantación ha sido más lenta en el tiempo.
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