En la ganadería moderna, las granjas se basan en la selección y cría de las mejores hembras, que son las que se quedan gestantes, tienen corderos y producen leche. Puede parecer que todo el beneficio de la explotación viene de ellas. Sin embargo, no debemos olvidar que para que se genere un embrión hacen falta un óvulo y un espermatozoide: la fertilidad de nuestra granja estará influenciada por la oveja macho, y la genética de nuestras ovejas y corderos vendrá determinada por la de sus madres y abuelas, pero también por la de sus padres y abuelos.
Tienen multitud de nombres: carneros, moruecos, mardanos, marones, marotos… Son, en definitiva, los machos de las ovejas. Los carneros entran en la pubertad entre los 4 y los 7 meses de edad, dependiendo de la raza, generalmente cuando alcanzan el 50-60% de su peso adulto. Crecen los testículos, aumenta mucho la secreción de testosterona y comienza la espermatogénesis (es decir, la creación de espermatozoides viables). Como consecuencia de los altos niveles de testosterona el borrego empieza a desarrollar la conducta de apareamiento y van produciéndose los cambios físicos que denominamos “caracteres sexuales secundarios”, que no son otra cosa que los rasgos morfológicos propios de la oveja macho de la especie y raza (en los hombres equivaldría por ejemplo a la aparición de la barba o la voz grave). A partir de este momento, el macho irá “mejorando” en sus aptitudes reproductoras (desempeño y fertilidad) hasta alcanzar su máximo a los 3-4 años.
El tamaño testicular está relacionado con la cantidad de semen que el carnero puede producir y almacenar, por lo que medir el diámetro escrotal tras la pubertad puede darnos una indicación de su fertilidad y ser útil para elegir qué carneros quedarnos como reproductores.
La etapa de crianza de los corderos y su desarrollo hasta que completan la pubertad es una fase crítica que condicionará su desempeño como macho reproductor. En borregos infraalimentados la pubertad puede retrasarse hasta los 12 meses de edad, ocasionando pérdidas para la explotación. Por otro lado, se ha observado que corderos criados solo en compañía de otros machos, sin acceso a ver, oler u oír a hembras, tendrán peores desempeños sexuales durante su vida adulta, especialmente en su primera temporada de cría.
En las explotaciones ovinas hoy en día la función principal de las ovejas macho es la reproductiva, por lo que hay que garantizar que son capaces de realizar esta tarea con éxito. Antes del inicio de la temporada de cría o de la época de celos inducidos, habrá que “poner a punto” a los machos: desparasitar, esquilar, recortar pezuñas, dar una dieta que aumente ligeramente su condición corporal, etc.
Los factores que repercuten sobre el éxito reproductivo de los machos son los siguientes:
La capacidad de servicio. Incluye la libido (el deseo de aparearse), el interés por las hembras, el reconocimiento del celo, la aptitud para realizar una cópula exitosa y el número de eyaculaciones. Cuantas más veces copule y eyacule y mayor número de hembras diferentes cubra, mejor.
Una característica que “empeora” a un macho es un interés reiterado en la misma hembra. Más eyaculaciones en la misma hembra no necesariamente resultan en una mayor probabilidad de que conciba, y sí impiden que ese macho cubra a otras hembras, aumentando el riesgo de que alguna quede sin cubrir o alargando la temporada de cría.
No se han observado diferencias entre la preferencia sexual por ovejas cuyo celo ha sido inducido respecto a las que tienen un celo espontáneo.
La preferencia de los machos por las hembras experimentadas está sobradamente demostrada. En explotaciones o lotes con una alta proporción de borregas hay que tener esto muy en cuenta, ya que el número de machos y el tiempo que necesitarán estar en contacto con las hembras aumenta.
El estado físico y de salud del macho influye en su desempeño sexual. Durante la temporada de cría el carnero come menos y pierde peso, pero rara vez llega a un punto que le inhabilite. Sí pueden impedir la cópula heridas graves producidas por luchas con otros machos o problemas locomotores, especialmente las cojeras en las extremidades traseras.
Se ha observado que la capacidad de servicio es un carácter genético heredable. Puede ser interesante realizar un estudio de la capacidad de servicio de los machos de una explotación y seleccionar a los mejores, aunque sean pocos, ya que en una sola generación tendremos disponibles a sus descendientes que sustituyan a los que hemos desechado.
Cuanto menor es el número de ovejas en celo por macho, menos relevante es la capacidad de servicio de los machos.
La fertilidad. Una conducta de apareamiento adecuada no significa que el macho sea fértil. La calidad seminal es, a grandes rasgos, el número de espermatozoides vivos y capaces de desplazarse hacia delante que hay en el eyaculado. Se puede medir con facilidad en un laboratorio, y está recomendado hacerlo en explotaciones con parámetros reproductivos insatisfactorios. Solemos poner el foco en las hembras, ¡pero no siempre tiene que ver con ellas!
La dominancia. Repercute en la capacidad de servicio, ya que los machos dominantes cubrirán a más hembras, hasta 12 al día, mientras que los machos en escalones inferiores de la jerarquía montarán solo a 3 o 4, habitualmente las menos atractivas. La dominancia puede ser un problema grave en una explotación, si aparece un macho muy dominante infértil o incapaz de copular con éxito, ya que “ocupará” a muchas ovejas e impedirá que las monten otros machos. Cuanto mayor es el número de ovejas por macho, menos relevantes son las dinámicas de dominancia.
En el artículo “Los carneros también sufren estacionalidad reproductiva” continuaremos hablando de los machos ovinos y profundizaremos en la fluctuación de su labor reproductiva a lo largo del año, relacionada con el anestro estacional de las hembras.