La tuberculosis bovina es una enfermedad prevalente en España que, a pesar de ser controlable, cuesta erradicar definitivamente porque en la fauna salvaje persisten importantes focos de infección. En los últimos años se han llevado a cabo importantes planes de chequeo y control que han logrado que varias regiones de España estén libres, sin embrago, en otras sigue existiendo una importante prevalencia.
El bacilo que causa dicha patología es el Mycobacterium bovis (M. bovis) o el Mycobacterium caprae, organismos diferentes al causante de la tuberculosis humana (que es el Mycobacterium tuberculosis) y recibe el nombre de tuberculosis porque produce unos nódulos llamados tubérculos que se forman en los animales infectados.
Aunque se trata de una dolencia que principalmente afecta al ganado bovino, también puede encontrarse en otros animales como ciervos, ovejas, cabras, bisontes, búfalos, cerdos, jabalíes, perros, liebres, hurones, ratas, etc. Por supuesto, también puede transmitirse al ser humano, de ahí la importancia de tener una cabaña ganadera sana y controlada.
Según la Organización Mundial de Sanidad Animal, los signos clínicos más habituales de la tuberculosis bovina son: debilidad, pérdida de apetito y de peso, fiebre, tos seca, diarrea, ganglios linfáticos grandes y prominentes. La bacteria que produce la tuberculosis bovina puede permanecer latente sin manifestarse, tardar varios años en desarrollar los síntomas o, en una pequeña cantidad de animales, manifestarse gravemente a los pocos meses de la infección.
La enfermedad es contagiosa y se transmite a través de la inhalación de gotículas infectadas que expulsa un animal enfermo. También se pueden infectar a través de piensos contaminados por una res, y en el caso de los terneros al ingerir calostro o leche de madres contagiadas.
La transmisión de la tuberculosis bovina a humanos puede realizarse también al contacto de tejidos infectados en mataderos o carnicerías o al ingerir leche cruda de vacas infectadas, de ahí la importancia de hervir la leche antes de consumirla
La forma más común de diagnosticar la enfermedad es a través de la prueba cutánea de la tuberculina. Esta consiste en inyectar tuberculina bovina por vía intradérmica y, 72 horas después, medir el grosor de la piel en el sitio de la inyección. Si en el lugar de la inyección, la piel se muestra inflamada, el animal está infectado. Asimismo, también hay diagnósticos post mortem y otras técnicas para detectar y confirmar esta patología, ya que, obligatoriamente, tanto los animales positivos como los dudosos deben ser sacrificados.
De hecho, las pruebas de diagnóstico oficial están reguladas por la Unión Europea y el Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación cuenta con diferentes manuales, tanto para realizar las pruebas de la tuberculina, como para la toma de muestras y diagnóstico mediante PCR una vez que el animal ha fallecido.
Asimismo, para hacer estas pruebas, los veterinarios que toman las muestras en campo, así como los que pertenecen a los servicios veterinarios oficiales, deben de haber superado un curso de formación reglada sobre el diagnóstico de la tuberculosis bovina. Dicha formación deberá actualizarse a los tres años, y posteriormente, cada cinco.
En España, las campañas contra la tuberculosis bovina comenzaron a principios de los años 50, con la Ley de Epizootías de 1952. Con la entrada del país en la Unión Europea, a partir de 1987 se inició un programa de erradicación acelerada y ya en el siglo XXI comenzaron los planes nacionales de erradicación. Estos últimos han supuesto un cambio importante en los objetivos para luchar contra dicha enfermedad con un enfoque plurianual y, abordando una triple estrategia:
La “población diana" sobre la que se llevan a cabo las medidas de chequeo y control de la tuberculosis bovina es la que está en todos aquellos establecimientos de vacuno (también bisontes y búfalos) destinados a la producción láctea, cárnica, u otros trabajos (certámenes o exposiciones), así como las instalaciones de ganado caprino que convive con rebaños de bovino.
Quedan exentas las granjas de cebo siempre que sean unidades puras para el engorde, cerradas y con unas medidas de bioseguridad garantizadas.
Según el Programa Nacional de Erradicación de tuberculosis bovina 2024, la prevalencia de esta enfermedad en rebaño ha ido descendiendo en los últimos años, pasando del 2,81 % en 2015 al 1,50 en 2023. En mayo de 2024 siete comunidades autónomas estaban libres de tuberculosis bovina (Galicia, Asturias, País Vasco, Cataluña, Murcia, Islas Baleares e Islas Canarias). Frente a ellas, las zonas de una mayor prevalencia son Extremadura, Andalucía, y parte de Castilla La Mancha y Castilla León. Estas áreas coinciden, principalmente, con lugares con grandes extensiones de dehesa, un sistema donde la ganadería tradicional es en extensivo.
Precisamente, en la publicación "Tuberculosis animal: una aproximación desde la perspectiva de la Ciencia y la Administración" se hace hincapié en la importancia de establecer sistemas de bioseguridad en las explotaciones ganaderas para evitar el contacto con los reservorios de la enfermedad entre los animales silvestres. En este sentido, se recomienda establecer vallados físicos para evitar el contacto entre el ganado y la fauna silvestre, y por otra parte, durante la época de caza, evitar dejar residuos que podrían estar contaminados en el campo y, posteriormente, contagiar a otro animal y seguir propagando la enfermedad.
Otra medida de control es realizar chequeos previos a los movimientos o desplazamientos del ganado.
Actualmente existe una vacuna contra la tuberculosis bovina, aunque en la Unión Europea no está permitida porque no ha demostrado una protección total frente a la enfermedad. Por ello, y debido a la complejidad de controlar y manejar esta enfermedad, son varios los trabajos de investigación que se mantienen para conseguir encontrar una vacuna que pueda hacer frente la Mycobacterium bovis, una de las patologías más difíciles y que más preocupa en las ganaderías de rumiantes.