La Inseminación Artificial (IA) en vacas es una práctica extendida prácticamente al 100% de las granjas de vacuno de leche, sirviendo como una base del control de algunas patologías reproductivas, la mejora genética, y la eficiencia reproductiva. A la hora de maximizar los resultados, es importante optimizar aspectos básicos como las condiciones de la vaca, la calidad y el manejo adecuado del semen, el momento de la inseminación, la habilidad del inseminador y la localización exacta de la deposición seminal (Diskin, 2018) [1]. Adicionalmente a estos detalles básicos, en las últimas décadas se han producido importantes mejoras en los resultados de la técnica gracias a avances en el uso de algunos tratamientos.
Idealmente, el semen debería descongelarse según las recomendaciones de la empresa proveedora. De todas maneras, de la literatura y de las recomendaciones de Saacke, 1974 [2] y de Diskin, 2018 [1] se pueden hacer las siguientes recomendaciones:
Todos los estudios que han analizado el momento de la ovulación respecto al inicio del celo han mostrado medias de alrededor de 27 h, pero con unas variaciones muy grandes, con importantes porcentajes de vacas que se adelantan o que se atrasan en ovular [3]. Por eso en la práctica es imposible saber cuándo va a ovular una vaca basándose en los síntomas de celo o actividad y se asume un grado de incertidumbre que puede explicar la mejora de la fertilidad cuando se hace una inseminación a tiempo fijo con protocolos de sincronización mejorados o protocolos de fertilidad en comparación con la alcanzada tras la inseminación a celo detectado.
El tiempo estimado para que los espermatozoides lleguen al istmo oviductal es unas 6-12 h. Por otro lado, tanto los espermatozoides como los ovocitos una vez ovulados tienen un tiempo de viabilidad (6-12 para ambos, aproximadamente). Si la vaca es inseminada demasiado pronto, se corre el riesgo de que la viabilidad de los espermatozoides sea un límite para que se produzca la fecundación, y por otro lado, si la vaca es inseminada demasiado tarde, se corre el riesgo de que la viabilidad del óvulo sea limitante para la calidad embrionaria.
Por tanto, desde un punto de vista práctico, la inseminación alrededor de las 12 h después del inicio del celo (mostrado como “dejarse montar”), o de su situación correspondiente en un protocolo de sincronización (administración de GnRH), es lo recomendado, por ser un compromiso entre la máxima fecundación y la máxima supervivencia embrionaria [4].
Desde el desarrollo del Ovsynch en 1995, que permitió la implementación de la inseminación a tiempo fijo, se han incorporado varias mejoras sobre este protocolo que hacen considerar a los protocolos mejorados como “protocolos de fertilidad”, debido a que permiten obtener en general mejor fertilidad que el Ovsynch sencillo o que el celo natural. Algunas de estas mejoras son la presincronización, la adición de un dispositivo de progesterona o la adición de una segunda dosis de prostaglandina.
En cuanto a vacas adultas, en 2017 se publicó un estudio en el que las vacas se inseminaron tras celo observado (con un tratamiento para concentrar los celos en un tiempo) o con Doble Ovsynch con doble prostaglandina a los mismos días en leche (celo 77 ±7 y Doble Ovsynch 77±3). El estudio demostró no solo que la fertilidad del grupo sincronizado fue 10 puntos mayor (49% vs 39%), sino que además la tasa de inseminación fue también mayor (100% vs 78%) incluso en una condición de tasa de inseminación especialmente alta en el grupo de celo observado. Esto produce una tasa de preñez del primer ciclo de 49% vs 30% [5], [6].
En cuanto a novillas nulíparas, el protocolo de sincronización más usado es el Cosynch de 5 d con progesterona [7], que ha mostrado la misma fertilidad que el celo natural en el caso de semen convencional, y más fertilidad en el caso de semen sexado: 7-23 puntos (Lauber et al., 2021 y Silva et al., 2015). Incluso es posible optimizar este protocolo en el caso de semen sexado con distintas estrategias.
Además del manejo de los factores más básicos y del uso de protocolos de sincronización, la administración de la hormona liberadora de gonadotropinas (GnRH) en momentos cercanos a la inseminación es también una práctica que mejora la fertilidad. Así lo demostró un estudio de Kaim et al. (2003) [8]que mostró los beneficios de la administración de GnRH cuando las vacas comienzan a mostrar signos de celo. Dicho estudio puso de manifiesto que la administración de GnRH cuando se observan los primeros signos de celo lograba incrementar la intensidad del pico preovulatorio de LH. Esto parece prevenir el retraso en la ovulación, que podría ser uno de los motivos por los que se vería reducida la fertilidad.
Un estudio reciente de Burnett et al. (2022) [9], también demostró efectos beneficiosos tras la administración de GnRH al momento de la inseminación artificial (IA). El tratamiento con GnRH en la inseminación artificial aumentó la fertilidad 4,6 puntos (41,3 ±1,6 vs 36,7 ±1,6%; P = 0,02) fundamentalmente en aquellos animales que tenían una menor expresión de los signos de celo.