La inseminación artificial (IA) y las tecnologías de embriones han revolucionado el manejo reproductivo en la reproducción del sector ovino, ofreciendo herramientas para mejorar el progreso genético, aumentar la productividad y favorecer el bienestar animal. Este artículo integra los hallazgos más recientes para ofrecer una visión general de las prácticas actuales, innovaciones y desafíos en la reproducción ovina.
Los métodos tradicionales de IA implican la deposición de semen en la vagina o el cuello uterino. Estas técnicas son menos invasivas, pero presentan tasas de preñez más bajas, especialmente con semen congelado, debido a la complejidad anatómica del cérvix ovino [4].
La IAL es el estándar de oro para el uso de semen congelado en ovejas. Evita el paso por el cérvix al depositar el semen directamente en los cuernos uterinos, logrando tasas de preñez del 60–75% [2]. A pesar de su eficacia, requiere equipamiento especializado y formación, lo que la hace más costosa y menos accesible para pequeños productores.
La IA transcervical (TCAI) y la recuperación embrionaria no quirúrgica (NSER) han ganado interés en los últimos años, especialmente en cabras y algunas razas ovinas. Los avances en protocolos hormonales para la dilatación cervical han mejorado la viabilidad de estas técnicas, ofreciendo alternativas menos invasivas y más respetuosas con el bienestar animal [1], aunque aún requieren validación a gran escala para ser consideradas confiables.
La criopreservación daña las membranas y el ADN espermático. Las concentraciones óptimas de congelación (200–400 millones de espermatozoides/mL) y los métodos de envasado (pellets vs. pajuelas) influyen significativamente en la viabilidad post-descongelación [2].
La IAL permite reducir la dosis de espermatozoides (hasta 20 millones móviles), lo que mejora la eficiencia del uso de sementales élite [2]. En la IA cervical, el semen debe usarse fresco y en dosis significativamente mayores (60 a 100 millones de espermatozoides móviles por dosis). Es necesario mantener el semen a 28–30 °C tras la recolección y realizar la inseminación lo antes posible, idealmente entre 30 y 60 minutos después, lo que hace que esta técnica sea logísticamente exigente [4].
La edad, la condición corporal (BCS), el peso vivo y la grasa intraabdominal influyen en los resultados reproductivos. Las ovejas de entre 1,5 y 4,5 años con BCS moderado (2,5–3,5) presentan la mejor fertilidad [2].
Para realizar IA a tiempo fijo, es necesario sincronizar el estro y la ovulación. Los programas más efectivos combinan esponjas con progestágenos (que simulan un diestro artificial) durante 12–14 días, seguidos de una dosis de gonadotropina coriónica equina (eCG) al retirar la esponja. Esta glicoproteína actúa sobre los receptores de FSH y LH, promoviendo el crecimiento y la ovulación de múltiples folículos. El momento de la IA (48–60 horas tras la retirada de la esponja) es crítico.
El estrés térmico, la humedad y los cambios estacionales afectan la fertilidad. Las temperaturas superiores a 32 °C reducen la ovulación y la supervivencia embrionaria. También influyen las precipitaciones y la disponibilidad de alimento [2][3].
La IAL, aunque efectiva, requiere muchos recursos. Los análisis costo-beneficio indican que se vuelve rentable a partir de unas 71 ovejas inseminadas. Las técnicas no quirúrgicas ofrecen menores costes y mejor bienestar animal, pero aún necesitan mejoras para su adopción generalizada [1].
La inseminación artificial y las tecnologías embrionarias tienen un enorme potencial para la industria ovina. Aunque la IA laparoscópica sigue siendo el estándar para el uso de semen congelado, las técnicas no quirúrgicas emergentes y una mejor comprensión de los factores biológicos y ambientales están allanando el camino hacia estrategias reproductivas más eficientes, éticas y escalables.
Artículo traducido y adaptado de: Advancements in Artificial Insemination in Sheep breeding
Federico Randi (Gerente Técnico Global de Rumiantes)