El síndrome respiratorio bovino (SRB) es una de las enfermedades más prevalentes en terneros. La alta tasa de mortalidad, la disminución de las producciones y los costes asociados al tratamiento de los animales afectados suponen grandes pérdidas económicas para las explotaciones.
El éxito en el control de la enfermedad depende, en gran medida, de un diagnóstico precoz y de una aplicación temprana del tratamiento que permitan minimizar la formación de lesiones, optimizar la acción del antimicrobiano y disminuir el riesgo de aparición de resistencias.
Sin embargo, el diagnóstico precoz es complicado, pues los signos clínicos suelen aparecer tarde en el transcurso de la enfermedad y no son específicos de la misma. Además, los métodos de diagnóstico basados en la puntuación de signos clínicos compatibles con la enfermedad han demostrado sensibilidades bajas (62%) cuando posteriormente se comparaban con las lesiones pulmonares en matadero.
Parece que lo ideal es combinar la valoración visual de signos clínicos con otros métodos objetivos que aumenten la especificidad y sensibilidad del diagnóstico.
Algunos de los métodos objetivos más sencillos y frecuentemente utilizados consisten en la determinación de las variaciones de la temperatura corporal, clave en los procesos inflamatorios e infecciosos. Parece que, temperaturas rectales superiores a 39,7ºC a la entrada en cebadero, podrían predecir el riesgo de sufrir SRB en terneros de cebo, fundamentalmente en las primeras 24 a 72h de la enfermedad. En esta línea, se han investigado otros sistemas, como la determinación de la temperatura corporal a través de cámaras infrarrojas o bolos retículo-ruminales. Sin embargo, estos sistemas, por sí mismos, no proporcionan un diagnóstico preciso, pues el aumento de la temperatura corporal no es un signo clínico específico del SRB y, los factores ambientales, así como la distancia al animal, pueden influir en gran medida sobre la lectura de las cámaras infrarrojas (1,2).
Otra técnica no invasiva con una gran capacidad diagnóstica es la ecografía torácica, existiendo correlaciones significativas entre los hallazgos ecográficos y los signos clínicos de enfermedad respiratoria, además de que permite detectar la forma subclínica de la misma. Esto es tremendamente útil para instaurar un tratamiento precoz, pues hacerlo cuando en la ecografía torácica aparecen consolidaciones pulmonares > 0,5 cm produce tasas de curación de casi el 100%, lo que permite afirmar que las consolidaciones pulmonares que aparecen en matadero son fruto de una insuficiente detección de la enfermedad ligada a un tratamiento tardío, más que una consecuencia inevitable de la neumonía. La sensibilidad y la especificidad de la ecografía torácica es alta (89 y 95%, respectivamente), sin embargo, esta técnica tiene algunas limitaciones en grupos grandes de animales, pues requiere mucho tiempo (alrededor de 10 minutos/animal) y entrenamiento.
Figura 1. Terneros (n = 130) en riesgo de desarrollar neumonía durante un brote natural de enfermedad respiratoria. Los animales eran tratados con florfenicol (n = 62) o oxitetraciclina (n = 68) durante un periodo de observación de 14 días, utilizando la recuperación de la funcionalidad pulmonar de zonas previamente consolidadas en la ecografía pulmonar como criterio de curación. (*) implica diferencias estadísticas en la tasa de curación entre ambos antimicrobianos.
Una técnica prometedora para diagnosticar la enfermedad es mediante monitores de actividad, como los acelerómetros, que permiten medir el tiempo de máxima actividad, el tiempo que los animales pasan tumbados o los tiempos de rumia, entre otros. Los cambios comportamentales que la enfermedad lleva asociados (depresión, disminución de actividad y tiempos de rumia y aumento del tiempo de descanso) podrían detectarse antes incluso de que los animales presenten signos clínicos. Un estudio demostró que la disminución de la actividad (reducción de los tiempos de máxima actividad y aumento de los tiempos de inactividad) y el aumento del tiempo tumbados fueron característicos de los animales que más tarde presentaron signos clínicos frente al grupo control.
Figura 2. Alta actividad, descanso, inactividad y actividad de terneros enfermos (ENF = 41) y terneros clínicamente sanos (grupo control, CON = 69) desde los días -7 a +1 con respecto al diagnóstico clínico de SRB (día 0). *Diferencias estadísticamente significativas con p < 0,05.
Además, existen otras técnicas que requieren prácticas invasivas, como la determinación de los niveles de determinadas sustancias asociadas a la enfermedad. Por ejemplo, los niveles de algunas proteínas de fase aguda (haptoglobina o fibrinógeno) podrían predecir la morbilidad asociada al SRB y ser útiles en la detección temprana de los casos. La principal limitación de este método, es que requiere mucho tiempo, lo cual no permite una actuación rápida en granja.
A pesar de la alta prevalencia y la importancia de la enfermedad, el diagnóstico no es sencillo y, normalmente, llega demasiado tarde, lo cual resulta en un mayor uso antibiótico, mayor tasa de recaídas y desarrollo de lesiones crónicas.