Las cabras montesas, también denominadas pirenáicas (Capra Pyrenaica) es un mamífero herbívoro que en libertad tiene una esperanza de vida de entre 10 y 14 años. Los ejemplares macho de cabra montesa pueden llegar a pesar 110 kilos y se caracterizan por su cara alargada, la típica barba de chivo oscura y cuernos muy gruesos. Sin embargo, las hembras suelen ser más pequeñas (pueden pesar unos 45 kilos) y sus cuernos son mucho más pequeños que los del macho. El pelaje de ambos puede ser pardo grisáceo por el manto y blanco por el vientre.
Las cabras montesas habitan en los bosques y matorrales de alta y media montaña ya que están dotadas para andar entre las rocas o saltar por paredes casi verticales. Sus hábitos son más diurnos en invierno y más nocturnos en verano y suelen formar grupos numerosos, bien de hembras con crías o de machos.
La época habitual de celo suele ser entre noviembre y enero, meses en los que hembras y machos se reúnen y estos últimos luchan por las primeras. La gestación dura unos cinco meses y cada hembra puede tener entre una o dos crías que amamanta durante medio año, aproximadamente.
A principios del siglo XX la población de cabras montesas en España se redujo considerablemente, pero desde finales de ese mismo siglo, las medidas de protección surgieron efectos y las cabras montesas se encuentran en diferentes sierras de España, como la de Gredos (Ávila), Puertos de Tortosa-Beceite (Cataluña y Aragón), Sierra Nevada, Cazorla, o Madrid, (en esta última su población se ha disparado durante los últimos años).
Por su parte, la cabra doméstica (Capra hircus) es muy similar a la montesa o Pyrenaica (probablemente descienda de la cabra salvaje o Capra aegagrus): los machos también son más grandes que las hembras y se caracterizan por presentar un par de cuernos en forma de cimitarra o espiral, así como una barba considerable. Existen numerosas razas de cabras domésticas y en función de ellas varía el color, la largura o las características del pelo.
La cabra doméstica se diferencia de la cabra montesa en que se adapta a una gran diversidad de hábitats, que pueden ir desde lugares templados del trópico, como a praderas y sistemas montañosos o incluso, si están alimentadas y bien hidratadas, pueden sobrevivir en desiertos. Esto hace que la cabra doméstica sea, posiblemente, una de las primeras especies de animales que los humanos domesticaron.
La cabra doméstica también es un animal ágil, pero a diferencia de las cabras montesas presenta hábitos más diurnos y en ocasiones suelen ser más sedentarias.
Al tratarse de un animal domesticado, la reproducción puede estar controlada por los humanos y aunque la época de celo también dura de finales de verano a principios de invierno, en algunas zonas pueden reproducirse durante todo el año.
Hibridación
Según una reciente investigación liderada por el Centro de Investigación Agrigenómica de la Universidad Autónoma de Barcelona, la hibridación o mezcla entre las cabras montesas y cabras domésticas es muy bajo, ya que la existen pocos individuos resultantes de la hibridación entre las primeras y las segundas. De hecho, aunque durante los últimos 50 años se han hecho esfuerzos para aumentar la diversidad genética de las cabras montesas, dicha investigación apuesta por evitar la hibridación para preservar el patrimonio genético de este ungulado silvestre y endémico en la Península Ibérica.
Por otra parte, por cuestiones de sanidad animal, tampoco interesa fomentar el contacto entre las cabras montesas y las domésticas porque las primeras, al ser salvajes, pueden transmitir enfermedades como la sarna, muy común entre este tipo de mamíferos y cuya manera preventiva para controlarla es reducir la densidad de animales para evitar su contagio.
Aunque las cabras montesas y las cabras domésticas, con gran probabilidad, cuentan con antepasados comunes, a fecha de hoy manifiestan ciertas diferencias que llevan a recomendar que se eviten contactos o relaciones entre ellas, y de esta manera preservar la genética de las primeras y la sanidad de ambas.
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